No realizamos lo que estamos llamados a ser, ni somos lo que nos han inculcado para que seamos. Todo eso queda relegado a un lugar secundario, incluso insignificante, cuando nos damos cuenta de que nuestra capacidad de hacer el bien es infinita, radica en cada uno de los seres humanos.
Cuando toda referencia desaparece, uno mismo se vuelve en referencia.