Se puso el cuenco de arroz sobre la cabeza y comenzó a andar.
Sus caderas se balancean, su cuello permanece recto.
El cuenco de arroz apenas nota el caminar de la mujer que lo porta,
un caminar pausado y seguro.
Un hombre se acerca. Se detiene frente a la mujer. Le obstruye el paso.
Se miran.
El hombre mira el cuenco de arroz y vuelve a mirar a la mujer.
El miedo se asoma a los ojos de pestañas largas; su rostro permanece pétreo.
El hombre está demasiado hambriento para notar ese anuncio tan sutil.
Movimientos rápidos, bruscos.
Dolor.
El cuenco ya no está sobre la cabeza de la mujer.
El hombre ya no obstruye el paso a la mujer.
La mujer está acurrucada en el suelo;
y llora.
Le han arrebatado lo que iba a ser el sustento para sus hijos durante la próxima semana.
El hombre se aleja. Lleva consigo lo que va a ser el sustento para sus hijos durante la próxima semana.
No hay comentarios :
Publicar un comentario