La rueda lleva ya girando un buen tiempo, antes de que empezaras tu a andar. Puedes elegir intentar pararla, subirte a ella y girar al mismo ritmo, o marcar tu ritmo en equilibrio. Hagas lo que hagas, lo que ya ha rodado, rodado quedará.

miércoles, 31 de julio de 2013

El bestiario del doctor Infarnius


En el bestiario del doctor Infarnius había dos ejemplares de bestias, muy singulares los dos. La primera había sido bautizada con el nombre de “Moral” y la segunda con el nombre de “Tolerancia”. Las dos bestias provenían de la misma especie, pero grandes eran las diferencias que las separaban. Moral había adquirido el vicio o la virtud, según se mire, de fijar las reglas del juego a su conveniencia. Para ella lo importante era actuar siempre de acuerdo con dichas reglas, no importa cuales fueran, pudiendo ser diferentes cada vez atendiendo al libre albedrío de su conciencia. Por el contrario, Tolerancia se ajustaba a lo que fuera. Eludía cualquier tipo de conflicto. Lo importante no eran las reglas sino aceptar lo que viniera en cada momento.

Como se puede uno imaginar, aunque quizás hay quien opine lo contrario, estos dos comportamientos tan diferentes y con similitudes al mismo tiempo entraban fácilmente en conflicto. Tolerancia aceptaba cualquier cosa, y moral se hartaba de cambiar las reglas. Moral le recriminaba a Tolerancia de no regirse por ningún código de conducta. “La vida es fácil así” le espetaba con frecuencia. “Nunca te enfrentas, nunca argumentas. Careces de personalidad propia”. Por otro lado, Tolerancia le echaba en cara, tímidamente, a Moral la arbitrariedad con la que cambia las reglas a su total conveniencia. “todo vale. La regla es la ausencia de código ético en si mismo. Se es corrupto e incorrupto al mismo tiempo”.

Poco tardaron uno en abandonarse a la anarquía y el otro en perder su timidez a denunciar las infamias que veía. Las dos bestias se distanciaron. Cada una prefirió hacer su vida con independencia de la otra. Eso era bastante difícil en un bestiario. A las bestias no les queda otra que compartir el mismo espacio vital. Con el tiempo acordaron unas reglas del juego mínimas y mutuas. Unas reglas que uno no violara según la dirección del viento y que diera lugar a comportamientos que el otro pudiera tolerar.

Pero esta en la propia naturaleza de las bestias precisamente el comportarse como su propio nombre indica. Al cabo de un tiempo la situación volvió a degenerar, regresando al mismo punto de partida: distanciamiento, acuerdo de nuevas reglas, bestia, distanciamiento.

Se dieron cuenta de que estaba en su naturaleza y aprendieron a vivir con ello. Aprendieron de si mismas.

Todo esto observó el doctor Infarnius durante sus largos años de estudio de estas dos bestias singuläres. No pudo sacar Conclusiones para aplicarlas al comportamiento humano, porque al fin y al cabo, las bestias son bestias. Aprenden como el perro de Paulov, pero nunca dejarán de ser bestias.

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