Muestra accidental de una farola sujetada por una tela de araña. Rota la tela se cayó la farola, que no pudo soportar la levedad de su propio peso. No sirvió de nada el alambre de acero, puesto que al ver que la tela se rompía decidió abandonar a su suerte a la farola antes de sufrir él perjuicios en su propia finura. No desfalleció la luz de la bombilla hasta el final, estirando una ya de por sí dignidad cuasi marchita que se quebró en mil pedazos cuando el duro suelo la encontró en su camino.
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