Se quitó los zapatos para sentir con sus pies desnudos el frescor de la hierba de la mañana. Arrancó una flor silvestre y se la acercó al rostro para aspirar profundamente su aroma. Las minúsculas gotas de rocío se le posaron en su pequeña nariz respingona y sonrió al sentir un ligero cosquilleo.
Y gritó.
Estaba empezando a darse cuenta de su libertad.
La rueda lleva ya girando un buen tiempo, antes de que empezaras tu a andar. Puedes elegir intentar pararla, subirte a ella y girar al mismo ritmo, o marcar tu ritmo en equilibrio. Hagas lo que hagas, lo que ya ha rodado, rodado quedará.
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