Aquellas dos personas, dos hombres, estaban sentadas en la terraza de un pequeño café. Las mesitas dispuestas en la calle ocupaban mas espacio que el que en el interior del propio café se podia observar. Uno de los hombres, el que parecía más joven, estaba preparando una pipa, de las de fumar. Sobria, discreta, con cierta elegancia en su sencillez. El otro hombre, sentado no justamente en oposición a su compañero de mesa, pero en un ángulo que podría ser el que corresponde cuando las manecillas de un reloj de agujas marcan las cinco menos veinticinco, tenia la mirada puesta en algún punto indefinido de la calle, las piernas cruzadas, y su mano derecha asiendo la taza de café, dispuesta a llevársela a los labios en cualquier momento.
La rueda lleva ya girando un buen tiempo, antes de que empezaras tu a andar. Puedes elegir intentar pararla, subirte a ella y girar al mismo ritmo, o marcar tu ritmo en equilibrio. Hagas lo que hagas, lo que ya ha rodado, rodado quedará.
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