Él miraba con ojos perdidos. Ella desviaba la vista hacia el chico del gafas del mural y él estaba impaciente por romper el silencio. La reunión había salido bien. Los tres se habían coordinado bien. Cuando se trataba de temas de trabajo, en frente de un cliente había buena sintonía entre los tres. La cerveza reposaba sobre la mesa. Bebían a sorbos lentos, pensado en que decir, en un tema de conversación. Al fin y al cabo eran compañeros de trabajo, no amigos. Cada uno de ellos pensaba que el otro sobraba. Ojala no hubiera venido en este viaje. Así podría estar yo solo con ella. Podría hablar más distendidamente, ¿podría ser más yo mismo? Que pensamiento más ridículo. Podría ser yo mismo en cualquier situación. ¿Podría? Entonces ¿Por qué no estoy a gusto? Compito conmigo mismo y con los demás, pero más conmigo mismo por ser mejor que los demás. Ser el más popular. Un día me di cuenta que necesitaba el reconocimiento del resto de la gente para sentirme bien conmigo mismo. Sin ese reconocimiento me sentía inseguro. Pero cuando tengo el reconocimiento me crea nuevas inseguridades. ¿Será algo ficticio? ¿Podre mantenerlo?
Mucha gente haciendo cola para conseguir una cerveza
y un croissant. Hace diez minutos no había nadie en la cafetería. Ahora está
llena. Gente anónima que es recelosa entre si. Un pensamiento me ha cruzado la
cabeza. Si hubiera un cierre repentino de la terminal y todos los pasajeros nos
tuviéramos que quedar dentro sin poder ser abastecidos, un tiempo
indeterminado, ¿Quién sería el primero en ofrecer una cantidad ingente de euros
por el último sándwich del café? Habría muertos tratando de conseguir ese último
sándwich. La gente mata cuando tiene hambre, cuando tiene frío, cuando no tiene
nada que perder y la vida es la ultima moneda de cambio. ¿Nos suena esto de
algo? La hipocresía que se ha adueñado de un acomodado occidente nos hace mirar
con ojos condescendientes la realidad de casi dos tercios del planeta. Una
realidad que con prepotencia se banaliza y se simplifica con los hayques: hay
que ponerse de acuerdo, hay que dialogar, hay que terminar con el hambre, hay
que terminar con las guerras, y hay que tomar alguna substancia prohibida de vez en cuando para vivir en los mundos de Yupi, que es el
único universo donde las utopías se hacen realidad.
Moscas y lagartos,
dragones y mazmorras, medias y calcetines. La verdad es que no dejo de pensar
en la decisión de ayer por la noche. Mi foto ha salido en todos los periódicos.
¡Ya soy un personaje popular! La gente me reconoce cuando me ve por la calle. A
decir verdad, espero que estoy ultimo no dure mucho. Es un poco cañazo ir
correspondiendo con saludos a todo el mundo que lo hace o que me para. Me
sorprende no obstante la simetría con la prácticamente todos los periódicos y
noticieros han abordado el tema. El que más me gusta es “La decisión que
cambiara el mundo” Es rotunda, llena, con fuerza y determinación. Habla de
decisión, habla de que el mundo, el mundo en su conjunto va a cambiar. No
entiendo bien porque lo dicen en futuro. Yo solo me he limitado a poner rubricar
lo que ya estaba sucediendo. ¿Es que a caso la gente se ha dado cuenta ahora?
¿Es que ya lo sabían pero es como la basura, que mientras no se vea o no huela,
parece que no está ahí? Posiblemente sea eso. Fue divertido firmar el acta. La
pluma me la quede. ¡Era una Montblanc! Me gusta sentir que he hecho algo que
dejara rastro en el planeta. Me han dicho que durante la ceremonia de la firma
había algunos grupúsculos dando gritos en las puertas de la Sede. Que se le va
a hacer, no se puede tener a todo el mundo de acuerdo. Yo no he oído nada. Con
los flashes de los fotógrafos y los rumores en la sala de la Sede era muy
difícil oír lo que llegaba de la calle. En cualquier caso, cuando la ceremonia
ha terminado y hemos salido a la calle, estaba el ambiente tranquilo.
Todavía recuerdo cuando se
me ocurrió la primera idea y la empezamos a debatir en el comité. Hubo
reacciones para todos los gustos, pero al final logré convencer a todos. No hay
nada como una buena cena y unas botellas de vino. Estos pequeños detalles son
necesarios para mantener viva la amistad de la gente. La propuesta que suscitó
mas debate fue la que trataba acerca de volver a instaurar la uniformidad de
credo religioso. ¡Me tacharon de inquisidor! Ignorancia era realmente lo que
estaba detrás de esta crítica. Al final comprendieron que cuando se impone un
credo para todos se eliminan de raíz las incomodidades y gastos colaterales,
como la necesidad de mezquitas, velo si velo no, crucifijo en las clases sí o
no. ¡Ahh! Aquí hay otro titular que me gusta. “La eliminación de la ayuda al
desarrollo instaurará un nuevo orden mundial”. Estoy muy orgulloso de haber
logrado lo que he logrado. He tenido que dar muchas explicaciones y tocar
muchas influencias para sacar esto adelante. Ha sido realmente desafiante, pero
con voluntad se termina consiguiendo todo. Espero que mañana mismo publiquen el texto
integro en el Boletín Oficial""
Vaya, don Javier, qué parábola tan parecida a la cruda realidad.
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