Hubo un tiempo cuando el hablar de uno y del otro lado de la muga significaba derivar a secretas y rumiadas conversaciones sobre el extraperlo, pasar sin ser visto, fugarse sin ser cogido, huida hacia la libertad o caida en el exilio desgraciado, controles con cadenas de pinchos y los dobles fondos en los bancos del gasolino.
A uno o al otro lado de la muga, no se sabía dónde y cómo Dios iba a repartir su suerte, casi siempre en forma de (des)gracias y delaciones a través del uso de sus recursos en la tierra como son los curas, ó donde se recogerían los amargos golpes torturadores del destino dispuesto por unos (in)humanos además de los curas, contra otros (in)humanos.
Pero también había gente valiente, con o sin intereses salvo quizas los propios, dispuestos a jugarse el tipo para salvar a una familia que había quedado separada por los horrores de una guerra que no termina nunca.
Siempre exisitirá alguna muga, y siempre habrá gente valiente dispuesta a pasarla una y otra vez a pesar de las barreras.
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