Como muchas cosas en esta vida, es necesario un pequeño empujón para coger algo de inercia al movimiento perpetuo de aquello que nos produce alimento en la mente.
Lo tenía ahí, en la estantería, aguardando paciente, sin prisas, sin pretensiones. Un año para leerlo, poco a poco, asimilando y digiriendo las ilustraciones sin palabras, las palabras que hablan más que las ilustraciones en cada viñeta.
Todo sigue ahí, no lo olvidemos.
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