Cielo azul a través de la vista que me ofrece la venta de la cocina. Sin nubes. Comienza un día tranquilo y soleado. El frescor de la mañana se filtra por la ventana entreabierta para airear un poco la cocina. El aroma del café recién preparado llena la estancia. Antes de eso, una ducha refrescante para comenzar a despertarse. Me enfundo en los pantalones vaqueros y en una camisa negra, y entro en la cocina para preparar el desayuno.
Son las siete antes del meridiano.
Cada mañana nueva me alegro de poder repetir estos gestos rutinarios.
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