- Permítame -dijo-, sobre la base de nuestro conocimiento que,
por superficial que parezca si se juzga por el patrón del simple tiempo,
está fundado, según creo y espero, en un sentimiento de mutua esti-
mación, tomarme la libertad de solicitar de usted este favor. Pero, en
el caso de que haya transgredido los límites de la debida reserva, per-
mita que la sinceridad de mis sentimientos sirva de excusa para mi atre-
vimiento.
-No –replicó el otro, aprecio plenamente los motivos que orien-
tan su conducta y pondré en ejecución la misión que usted me confía,
reconfortado con la reflexión de que, aunque el mensaje sea penoso,
esta prueba de su confianza endulza de alguna manera la amargura del
cáliz.
-Entonces permítame estrechar su mano –dijo él-. La bondad de
su corazón, estoy seguro, le dictara mejor que mis inadecuadas palabras
las expresiones que resulten más apropiadas para transmitir una emoción
cuya intensidad, si hubiera de dar salida a mis sentimientos, me privaría
incluso del habla.
Ulises - James Joyce - 1922
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