Corría, corría, seguía corriendo. Le ardían los pulmones, el aire le quemaba cuando entraba y salía de su cuerpo. Todas sus vías respiratorias estaban abiertas, pero él las sentía cerradas porque no conseguía llenarse de todo el aire que necesitaba para sentir un poco de alivio.
Aún así seguía corriendo. La calle estaba desierta, aunque el apenas se había dado cuenta. Su visión era como la de dentro de un corredor estrecho ¿será esto lo que llaman visión túnel cuando se refieren a un conductor borracho, o a un conductor con sueño? No se detenía en los semáforos, ni en los pasos de cebra, ni ante las vallas de corta altura que "protegían" a los paseantes de entrar en los dominios de l@s bestias con motor. Gracias a los dioses las carreteras también estaban desiertas. Todo parecía estar desierto. Unos maniquíes, sentados detrás de los escaparates de unos grandes almacenes le miraron desde la distancia. ¿Hubo alguno que le guiño un ojo? El que estaba sentado con la chaqueta de ante de Lacoste pareció que le hacia un gesto de STOP a su loca carrera ¿o no? Todo había perdido su sentido en una sociedad cada vez mas impersonal, cada vez mas masiva donde las brechas eran ya insalvables. Pero, ya lo eran hace tiempo ¿o no? Al menos eso se le podía oír decir a los cuatro vientos a un premio nobel de economía, un tal Krugman, tan demoledor en sus aseveraciones, como ignorante e inmoral tratando al ser humano. Por cierto, ¿por cual contribución a la humanidad le dieron el premio nobel? Así, él corría, y todos estos pensamientos corrían con él. Se iban quedando atrás a medida que la falta de aire y la asfixia física podía mas que la razón. Al giro de una bocacalle se topó con una puerta cerrada. Sonrió porque al menos, esta vez, la puerta ya estaba cerrada. Nadie se la había cerrado en sus narices. Y sonrió aún mas porque esta puerta cerrada le estaba ayudando a recuperar el aire. Respiraba con ansiedad, a paletadas de aire. Deseaba que todo su cuerpo fuera aire. Y cuando levanto su cabeza para tomar el fresco fluido que circulaba sobre ella, vio a la paloma. Tenía el cuello girado de esa forma tan exagerada que solo las palomas pueden hacer. Le miró, y le dijo: No te esperaba llegar pero sabía que vendrías. Sólo los locos corren sin saber porque. Y solo quien olvida por que corre en la vida se vuelve loco. Extendió la alas, las batió y se marcho. En ese momento, se despertó en un baño de sudor. Le faltaba el aire. Tenia la camiseta del pijama subida hasta el cuello y le estaba casi ahogando. Como un acto reflejo miro a la ventana, buscando la luz real del día, y vio a una paloma que extendía las alas y se marchaba volando.
Qué interesantes los sueños...
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