EN LA CIUDAD ENCANTADA
Todo era bullicio en aquella ciudad caótica y vital. Los olores, los ruidos, los colores sugerían un día prometedor, invitaban al disfrute más primario de los sentidos. Eran múltiples los caminos que ante mí se abrían. Decidí adentrarme por una callejuela atestada de personas que, al aire libre, rapaban sus cabezas al sol. Seguí hacia adelante, esquivando obstáculos, arropado por el polvo infinito, sonriendo bajo un sol abrasador. Un paseo ante cafés destartalados, cantinas clandestinas, vitrinas con género de antaño, casetas llenas de pan recién horneado. Finalmente llegué a una gran plaza en la que se erigía el símbolo de la unidad, homenaje al coraje de una ciudad vulnerable y valiente. Y fue allí cuando se presentó. Sin más preámbulos me preguntó si deseaba realizar solo el resto del camino. Seguí caminando por la ciudad hasta el amanecer.
Luna Tariku (Mayo 2010)
EL LIMPIADOR DE BOTAS
Una tetería. Respiro para el caminante que ha intentado perderse. En la calle, barullo, colores, vida por todos los rincones. Y una voz más aguda que el resto que se hace un hueco en el aire en un rudo acento-¿querer limpiar?-El ofrecimiento va al tipo de al lado, que asiente pesadamente. En la indumentaria del chico sus zapatos dan ejemplo de su buen hacer. Son del mismo pie, diferentes entre sí y demasiado grandes. El limpiador de botas terminó y guardando sus enseres, dijo-Bonitos señor. Brillan. Muy suaves-El hombre levantó la vista y le dirigió una sonrisa condescendiente-Trabaja duro y algún día tendrás unos iguales–Le dio dos monedas, apuró su vaso, y se marchó. El chico miró mis sandalias.”Todos como tú y me muero de hambre”, pensaría. Se sentó en la acera de enfrente y se puso a frotar los suyos, esperando poder ofrecer su oficio a otra persona con zapatos suaves y sucios.
Karaba (Mayo 2010)
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