Aquel día cuando se levantó de la cama se dio cuenta de que no había hecho
ni una sola buena acción en toda su vida. Esa revelación propia no le causó ni
amargura ni le hizo sentirse como un miserable. Ni siquiera el ser consciente
de que por culpa de sus decisiones había llevado a muchas personas al borde del
abismo, si no al abismo mismo, hizo que le temblara el pulso al afeitarse esa
mañana.
Tal y como llevaba haciendo en los últimos años, cogió su cartera y se subió
al coche oficial que le condujo a su ministerio.
La rueda lleva ya girando un buen tiempo, antes de que empezaras tu a andar. Puedes elegir intentar pararla, subirte a ella y girar al mismo ritmo, o marcar tu ritmo en equilibrio. Hagas lo que hagas, lo que ya ha rodado, rodado quedará.
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