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sábado, 13 de noviembre de 2010

Los farolillos de San Martin

Con seguridad, Saramago, de igual forma que relata en "Cain" su intepretación de relatos de historiadores del mundo antiguo, contaría mucho mejor que yo la leyenda/historia del Legionario Martin, venido a Santo por curiosos avatares del destino. Aún asi, ahí va el intento:

Era Martín un legionario romano. En una fría noche, haciendo su guardia en las vencindades de la villa de Amiens, se topó con un mendigo. La mendicidad no estaba bien vista en aquella epoca. Mas o menos como ahora. Las cosas no han cambiando mucho en ese aspecto. El mendigo le pidió limosna y el soldado, que era de los buenos, al mismo tiempo que no tenía dinero decidió hacer la vista gorda. Pero cuando se iba a marchar, se dió cuenta de que el mendigo estaba tiritando de frío. Pensó entonces que mejor que no expiara en su guardia, sino tendría que dar muchas explicaciones al centurión de su turno. Fue así como decidió darle la mitad de su capa. Ésta era de pura lana virgen, gruesa, una prenda muy apropiada para protegerse del frio. La cortó con su espada y le arropó con ella. El por qué le dió la mitad y no la capa entera en esa fría noche es algo que ni la tradición oral crisitiana ni la iconografía de la época nunca han aclarado. El caso es que seguramente llamaría más la atención un legionario con media capa cortada a espada que sin capa, pero dejemoslo ahi. No vamos a juzgar las decisiones de este buen soldado, que como él hay pocos hoy en dia, todo hay que decirlo. A ver quien es el soldado que, en el transcurso de una misión de esas de mantenimiento de la paz, y bajo estrictas ordenes de su inmediato superior, se desprende de sus enseres para darselos a un pobre local. Con lo que cuestan los equipos de los soldados. No hay mas que verlo en revistas como "Armas" o "XXI Legión". En fin, eso tampoco lo aclara la leyenda. El caso es que le dió media capa y se marchó a tomar un vino caliente poder terminar la guardía con buen cuerpo.

Resultó que el mendigo era Jesús Christi disfrazado. Y al día siguiente, como agradecimiento a su gesto, el Señor visitó al legionario. Martín quedó tan honrado por la visita, que dejo la legión y se vistió con los sagrados habitos. Mas tarde fue nombrado obispo de Tours, y un poco mas tarde sobrenombrado con el "San". Todo esto viene a demostrar que ya desde bien antiguo, el hecho de tener buenos contactos y amigos es fundamental para cambiar de trabajo, profesión y promocionar.

San Martin entonces, consagró el resto su vida a combatir las expresiones de índole pagano. Pagano para él claro está. Para los propios paganos, lo que hacían ellos mismos no les parecia que estaba mal. Para ellos, era el obispo Martin quien quería arrastrar [en sentido literal de la palabra] conciencias. Habría que esperar muchos muchos años para que cierta película de animación acuñara una frase fundamental en la moral humana: Hakuna Matata (vive y deja vivir). No parece no obstante tan sencillo de llevar a la práctica viendo como está el mundo de hoy. Hay que ponerse entonces en la piel del obispo Martín y de los paganos de la época. Ambos consideraban que estaban haciendo lo que debían hacer. Unos sus "paganeces" y el otro su combate.

Para el obispo Martín, la ferrea disciplina y entrenamiento adquiridos durante su etapa de legionario le fueron muy utiles. No está claro en este punto los métodos que empleó en su lucha contra los infieles, pero es de suponer que fueron de sobra aceptados. De otro modo, no se podría entender su ascenso a la santidad.

En Alemania, en la actualidad, los niños celebran la generosidad de San Martín con sus faroles y comparten pan, hecho por ellos mismos, con sus compañeros. En algunas regiones de Alemania hornean hombrecillos de pan llamados “Weckmann” o “Hefeteigmann.”

Lo mas entrañable de esta historia, además de ver la sonrisa de los niños, es el farolito que ha quedado de recuerdo, inmortalizado en fotos únicamente. El pobre no pudo aguantar los achuchones cariños de unas manos de año y medio. Veremos el año que viene.

1 comentario :

  1. La historia, genialmente contada, jajaja, es pa' echarla de comer aparte. Menudo santo... Pero cualquier excusa me parece buena para hacer fiesta.

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